lunes, 24 de mayo de 2010

Escribí: “un poema es un cadáver”, porque ya lo presentía, ya se me venia el destino encima desde entonces, como frío duro sobre la espalda, no le preste atención a algo mas que no fuera la piel de mi percepción, quiero decir la palabra por la palabra, sin color ni aura, pero aquello que la intuición no me revelaba permaneció en mi como una certeza invisible.
Mi cabeza se mueve por debajo de las otras, aprendo todos los días a maldecir mentones, a masticar barbas, callar es el privilegio de quien padece de volverse su propia sombra, (al menos un instante, sin haber tratado, cuando el éter que sostiene a lo sólido se muestra ante el cuerpo y lo deja vencido) el silencio no es cosa de burros inteligentes.
El estanque en si mismo fluye sin cargar con su nombre o el significado de su nombre o la profundidad de su nombre o la moralidad de su nombre o la grandiosidad o la bajeza de su nombre. La sangre es roja y da vida, se sale del cuerpo cuando lo cortan, eso es lo que se y no importa, quisiera que la inercia mas grande que yo, muro que sostiene las ganas de vomitar los días, me escupiera fuera de si, que la inexperiencia guiara mis pasos de nuevo una y otra ves hasta que me muera, irme a otro planeta llena de ingenuidad y fuerza, sudar de miedo, sentir las secreciones en todo el cuerpo como una danza de caricias húmedas diminutas, pasar el umbral de la piel cuando miles de agujas me pican las manos, conocer mi nerviosismo desde afuera, desde la cabeza que flota por encima de mi cabeza, hay sensaciones que revelan el infinito y la estupidez de estar existiendo 24 horas en un día para dos segundos de eternidad, Dios es un loco que se fumo todos los árboles y todas las estrellas.

Vale para mi lo mismo que si no tuviera valor; la silaba con que hago sonar mis latidos o con que digo la sensación de pisar el suelo y estar segura de que es duro porque mis pies no se hunden, pero no quiero decir que el suelo esta duro, quiero decir que mis pies al sostenerse inventaron lo sólido, no se escibir de una mejor manera que el vértigo es ácido y me llena las tripas porque mi palabra es tonta como meter la mano a la bolsa de los frijoles, no tengo mas arte que el de sentir, no se otra forma de elevarme ni de masturbarme, me quedo en este espacio portátil y me muevo sin fin, paso banquetas calles, lugares y gente, épocas, distancias, multitudes y no se acaba mi cuerpo, lo he recorrido desde que existo y nunca termino de pasarlo, la muerte me habla desde afuera, dice cosas sencillas como que cuando me toque, el afuera que ahora veo será el adentro, lo que no es importante porque siendo lo uno igual a lo otro, todo esta lleno de la misma bruma; que sumerge a los seres al mismo tiempo y sin equilibrar mitades, confundiéndolos, obligándolos a definir a separar, a inventar conceptos, a decaer evidentemente dentro de una imagen que no tiene movimiento ni quietud, sino un aletargamiento prolongado aburrido esterilizante, para si mismos su propia guerra es un misterio, esa señora malinterpretada inventa la vida como yo invento la realidad en que el destino esta escrito.
Otra vez y para siempre me gustan las piedras porque no hablan, puertas que sostienen la idea del otro lado de mi conciencia, de otra cosa que no existe, porque todo lo otro es lo mismo que veo y siento, en ellas encuentro vertida mi nada, mi hueco eterno, despierto sobre su imagen el sueño que siempre traigo en cuclillas detrás de los ojos, para abrirse de brazos y piernas y volverse ancho sobre su suelo que son mis parpados, solo después de quedarme dormida y que al estar despierta nomás se le divisa cuando me hacen cosquillas.

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